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Problemas psicológicos de la interacción humano-androide

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FlickrHay noticias que me estremecen, haciendo que mi mente imagine situaciones nada deseables, por ejemplo, la publicada en BBC Mundo, con el llamativo titular “Australia busca un ejército de robots”, donde se comenta que “Australia ha desafiado a científicos en todo el mundo a construir un robot que pueda ‘reemplazar’ a los soldados en las zonas de guerra”… al leerlo recordé imágenes de la serie de películas “Terminator”, un escenario dantesco, y me surgieron algunas preguntas sobre la estupidez del ser humano: ¿Por qué hay dinero para eso y no para terminar con el hambre y la miseria en el mundo? ¿Por qué, en muchas ocasiones, hay que esperar a que se logren avances científicos importantes que mejoren la vida de las personas como “efectos colaterales” de la investigación sobre tecnología militar, en lugar de iniciar dichas investigaciones directamente para conseguir mejoras considerables en ámbitos no relacionados con el militar?

Dos días después, en SINC, otra noticia aportaba cierta esperanza respecto a las aplicaciones positivas de la ciencia y la tecnología, con el título ¿Las aulas del futuro tendrán robots sociales?, se comentaba un estudio aparecido en la revista Science, en el que “un equipo internacional de expertos en neurociencia, psicología, educación y el aprendizaje automático han sintetizado una nueva ciencia del aprendizaje que ya está remodelando la forma en que pensamos sobre el aprendizaje y creando nuevas oportunidades para ‘reinventar’ las aulas en el siglo XXI”, según los autores del estudio hay tres principios que guían el aprendizaje humano a través de una serie de ámbitos y edades:

  1. El aprendizaje es computacional, así los lactantes y niños pequeños poseen poderosas habilidades computacionales que les permiten inferir modelos estructurados de su entorno.
  2. El aprendizaje es social, conclusión apoyada en estudios que muestran que la medida en que los niños interactúan y aprenden de un robot depende de cómo sea de social su comportamiento y cómo interactúe con ellos.
  3. El aprendizaje se basa en los circuitos neuronales relacionados con la percepción y la acción, lo cual se ha confirmado al descubrir sistemas en el cerebro que regulan la percepción y la producción de las acciones.

Por otra parte, también hay tres habilidades sociales que son fundamentales en nuestro aprendizaje y desarrollo:

  1. La imitación, que acelera el aprendizaje y multiplica las oportunidades de aprender.
  2. La atención compartida, que facilita el aprendizaje social.
  3. La empatía y emociones sociales, que son fundamentales para entender la inteligencia humana y parecen estar presentes incluso en niños que aún no han aprendido a hablar.

Teniendo en cuenta estos conocimientos sobre la comprensión del aprendizaje humano, se están desarrollando “máquinas que son capaces de aprender y, lo que es aún más significativo, de enseñar. Estos ‘robots sociales’, que interactúan con los seres humanos a través del diálogo o de otras formas de comunicación, ya se están utilizando de forma experimental en sustitución de profesores, y ayudan a los niños de edad preescolar a aprender habilidades básicas, como los nombres de los colores, vocabulario nuevo o canciones (…) Los científicos prevén que llegará el momento en que estos robots sociales puedan ofrecer pedagogía personalizada adaptada a las necesidades de cada niño y ayudar a realizar el seguimiento de los avances del estudiante de acuerdo con el plan de estudios”.

Pero la relación hombre-robot tampoco estará exenta de dificultades, como las que están teniendo en este momento las personas mayores para adaptarse a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), tema que  hace tiempo se está intentando mejorar y que ha provocado numerosos estudios y proyectos como, por ejemplo, el  proyecto Mayordomo, explicado en SINC, realizado por la Universitat Jaume I de Castelló, “que facilita el acceso de personas de edad avanzada a las TIC para ampliar sus relaciones sociales y evitar así un posible aislamiento”, no limitándose sólo a eso sino que “la herramienta informática que han desarrollado contiene además una vertiente terapéutica que permite evaluar su estado de ánimo”.

De hecho, en una noticia de EurekAlert, en relación con un artículo de la revista Perspectives on Psychological Science, se trata el tema de las futuras interacciones “humano-androide”, puesto que “con el conocimiento actual de la tecnología, los científicos predicen que dentro de 50 años los androides será capaces de hablar con voz como el hombre, identificar con precisión las palabras habladas, responder a las preguntas de un texto, caminar y correr moviéndose como un hombre, mostrar expresiones faciales realistas, y detectar otras emociones a través de procesamiento visual”, si bien es cierto que a pesar de su posible semejanza con el ser humano, “los problemas psicológicos de la interacción humano-androide implicarían la ausencia de las funciones humanas básicas tales como parpadear, el lenguaje corporal, contacto visual, y la coordinación de un espacio personal en el androide, que podrían hacer que la gente se sintiese incómoda al interactuar con ellos”. No obstante, los androides nunca deberían ser tan semejantes a los humanos que costase diferenciarlos, puesto que eso podría “causar confusión y temor en la gente”.

Esta vertiente de la investigación, enfocada hacia el desarrollo y bienestar humano, es la que debería primar frente a la aplicada a tecnología militar que, habitualmente, suele tener muchísimo más presupuesto económico que, en ocasiones, ni siquiera es conocido en su totalidad por los ciudadanos, a pesar de tratarse de países democráticos, y otras veces no existe información al respecto, como en el caso de algunos países con regímenes totalitarios, donde hay dinero de sobra para invertir en armamento mientras muchos de sus habitantes pasan necesidades e incluso mueren de hambre.

Fotografía: Flickr

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Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.


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